Tortilla Alaska al estilo Banoffee -delicioso-

Gracias al concurso de los 300 seguidores os estoy conociendo mejor a muchos de vosotros, sobre todo a los que me seguís desde el anonimato. Poco a poco os iré contestando a todos, sólo os pido un poquito de paciencia. Los despitados que todavía no se hayan apuntado al sorteo del robot de cocina pueden hacerlo aquí

Una de las cosas que más me ha llamado la atención a cerca de vuestros gustos ha sido comprobar que los más golosos echábais en falta más recetas dulces. Así que me he puesto manos a la obra y esta receta de hoy os la quiero dedicar especialmente a vosotros y deciros que a partir de ahora me acordaré de vosotros más a menudo. Espero que no sea solo cuando me suba a la báscula (je,je,je). Me vais a arruinar la operación bikini. No sabéis cómo me he puesto con este postre. Imposible describiros lo delicioso que estaba y sí, hablo en pasado porque ya no quedan ni las migas y eso que lo hice ayer por la tarde. En casa ha sido todo un éxito a pesar de que ninguno somos muy de merengue (de hecho a mi no me gusta) pero no nos hemos podido resistir. Creo que se ha convertido ya en uno de mis favoritos. Um, ¡qué rico!


 Este poste es una afortunadísima versión de la tortilla Alaska, incorporando el contraste de sabores que encontramos en la tarta banofee y el resultado es simplemente espectacular. Si alguien está pensando que algo tan delicioso tiene que resultar complicadísimo, le diré que está de enhorabuena porque este es un postre que podemos preparar en sólo diez minutos. Poned el cronómetro en marcha y veréis que no os engaño. Yo, como soy un poco masoca, he hecho la versión larga, elaborándolo todo en casa, pero veréis que la versión exprés es igual de espectacular. 

Algunos estaréis pensando que se me ha ido la olla. "Pero no dice que es un postre, ¿entonces por qué se llama tortilla Alaska?" Bueno, eso deberíamos preguntárselo mejor a su inventor, el físico americano Benjamín Thonson de Rumford. Para demostrar que las claras de huevo son malas conductoras del calor ideó un ingenioso experimento que consistía en cubrir totalmente una bola de helado con claras de huevo batidas, o sea merengue. Al flambear su preparación comprobó que el helado no se derretía demostrando así que estaba en lo cierto, las claras de huevo eran malas conductoras del calor. En realidad lo único que hacía que el helado se derritiera era el pripio calor ambiental. El Sr. Benjamín denominó a su postre  tortilla noruega aunque en español se le conoce como tortilla Alaska o tortilla sorpresa. ¿Os animáis a probar?

Las deliciosas patatas con bacalao de mamá

Hoy tengo que confesaros algo: no he cocinado yo. Hoy vengo a mesa puesta. Sí, estas deliciosas patatas con bacalao las ha hecho mi madre pero no he podido resistirme a hacerles unas fotografías para compartirlas con todos vosotros porque están tan ricas que las tenéis que probar. Es una de esas recetas que ha ido pasando de generación en generación en mi familia. Mi abuela se la enseñó a mi madre y ahora ella me la ha enseñado a mi. Y como las dos son excelentes cocineras el resultado está para chuparse los dedos. Así que aprovechando que parece que bajan otra vez las temperaturas, este fin de semana podemos darnos el gustazo de disfrutar con un auténtico manjar que más fácil no puede ser.


La única complicación que tiene este plato es que al utilizar bacalao seco primero lo tenemos que desalar pero ya veréis que es muy sencillo. Como sabéis la salazón es una técnica  de conservación de los alimentos casi tan antigua como la humanidad. Sus orígenes se remotan al Egipto de los faraones quienes ya secaban, salaban y prensaban las huevas de mújol para preservarlas durante más tiempo. Aunque fueron los fenicios los que dieron a conocer este alimento así como el método utilizado para su conservación a lo largo y ancho de todo el Mediterráneo. Según algunos expertos la etimología de Málaga provendría precisamente del término fenicio Malaka que significa "saladero de pescado". Lo cierto es que tiene su lógica que fueran los egipcios quienes descubrieran esta técnica porque no sé si alguna vez os habéis parado a pensar que la salazón tiene mucho que ver con otro proceso en el que los egipcios eran auténticos maestros: el embalsamamiento.  Egipto es un país rodeado de desierto. En los comienzos de la civilización egipcia los muertos eran enterrados en un simple agujero excavado en el suelo. En ocasiones esos enterramientos no eran lo suficientemente profundos y con el paso del tiempo el viento o los animales carroñeros terminaban por desenterrar los cadáveres y cual era su sorpresa: Gracias a la sequedad del clima y de la arena del desierto de forma totalmente natural el cadáver en a penas cuestión de días se había transformando en una momia. Conforme fue avanzando la civilización egipcia los métodos de enterramiento de las clases altas de la sociedad (para diferenciarse de los curritos) también se fueron sofisticando y pronto dejaron de enterrarse en el suelo del desierto para hacerlo en cómodos hipogeos y mastabas. Pero entonces se dieron cuenta horrorizados de que los cadáveres que no se enterraban bajo la arena del desierto sino en un cómodo ataúd bajo una costrucción de adobe, lejos de momificarse, seguían un proceso de deterioro que acababa por descomponer totalmente el cuerpo. Así que empezaron a investigar para encontrar la manera de conseguir artificialmente lo que el desierto de Egipto lograba de forma natural: la momificación de los cadáveres. Esto era importantísimo porque los antiguos egipcios creían en la vida en el más allá así que debían preservar su cuerpo para la eternidad. Con el tiempo, a través del método de ensayo y error acabaron perfeccionando el proceso de momificación que consistía fundamentalmente en retirar primero los órganos internos del cadáver (realizando varias incisiones) y posteriormente sacar la humedad del mismo para evitar la putrefacción. ¿Y cómo lo hacían? Pues si hacemos caso a Heródoto, utilizando una sal llamada natrón con la que cubrían el cuerpo durante 70 días hasta que la humedad del cadáver había desaparecido por completo.  Y como en ausencia de humedad las bacterias no pueden proliferar, los cuerpos mantenían su aspecto reconocible durante miles y miles de años. Algunos han llegado en perfectas condiciones hasta nosotros (casi 3.000 años después).  Si los egipcios fueron capaces de conservar sus propios cuerpos con tanto éxito, cómo no iban saber qué hacer para conservar unas huevas de mújol. Así que aplicando los mismos principios, es decir, utilizando la sal para extraer la humedad del producto consiguieron también en este caso preservar las huevas de mújol durante más tiempo, para evitar que con el calor de Egipto algo que para ellos constituía un auténtico manjar, se echara a perder fácilmente. Para que luego crean algunos que los antiguos egipcios no eran inteligentes. La de cosas que hemos heredado de ellos. ¿A qué nunca se os hubiera ocurrido pensar que el bacalao seco es en realidad un bacalao momificado?.... Por eso para consumirlo antes lo tenemos que volver a hidratar, matando así dos pájaros de un tiro: por un lado convertimos nuestro bacalao seco en un producto fresco y jugoso y por otro retiramos el exceso de sal.

Alacachofas con vinagreta de mostaza de Rick Stein (Deliciosas)

Hoy os traigo una receta sencilla y absolutamente deliciosa de la mano de uno de mis cocineros favoritos.  Ya os he hablado de él en más ocasiones. Sus series de televisión me encantan, sobre todo sus Escapadas por el Mediterráneo. Si tenéis ocasión de verla, no perdáis la oportunidad, es maravillosa. Suelen ponerla todos los años en Canal Viajar cuando llega el buen tiempo. Es una mezcla entre un documental sobre gastronomía y uno de viajes, en esta ocasión con el Mediterráneo como escenario de fondo. La serie hace un recorrido por Cataluña, Palma de Mallorca, Cerdeña, Italia, Grecia, Turquía y Marruecos,  un auténtico placer para los sentidos lleno de color y de aromas que casi, casi se escapan de la pantalla. La receta que hoy os traigo pertenece al libro de otra de sus series maravillosas  La odisea francesa de Rick Stein


Hubo una época en la que esta receta podía encontrarse en todos los bistos de nuestros vecinos franceses. Algunos os preguntaréis, ¿qué es un bistró? Se trata de un pequeño establecimiento popular en el que se sirven bebidas, café y también quesos y platos sencillos a precios económicos. Etimológicamente no hay acuerdo sobre sus orígenes. Según algunos expertos la palabra bistró proviene del ruso: быстро que significa 'rápido'. Según parece, los soldados rusos que ocuparon Francia tras las Guerras Napoleónicas muchas veces se dirigían a los civiles franceses en los restaurantes demandando que le sirvieran la comida con rapidez: "¡bistró!, 'bistró!", de esta forma la palabra se convirtió en un neologismo. Según otras versiones el concepto de bistró se desarrolló en Francia, concretamente en París donde los dueños de algunos apartamentos complementaban sus ingresos ofreciendo comida a precios razonables en un ambiente agradable y casero, con menús sencillos y prácticos. Sea como fuere en estos bistrós durante mucho tiempo se pudieron degustar deliciosos platos de alcachofas aderezadas con vinagreta de mostaza.


Pero un buen día, estas alcachofas desaparecieron de las cartas de los bistrós, sin dejar rastro. Supongo que, como tantas otras cosas, por cuestión de modas. Seguro que a todos nos ha pasado con alguna receta que sin que hubiera ningún motivo aparente y a pesar de que en casa tenía muchísima aceptación, un buen día dejó de formar parte de nuestros menús, tal vez relegada al olvido por otras más novedosas. Así que abrimos el baúl de los recuerdos para rescatar este delicioso bocado. Espero que os guste.


Ya veréis que la única complicación que tiene la receta radica en limpiar bien las alcachofas. Claro que si queremos disfrutar de esta verdura a la que muchos consideran la reina de la huerta, sea cual sea la receta que vayamos a preparar, debemos quitarle las hojas exteriores antes o después así que de cualquier manera no nos vamos a librar. Salvo que utilicemos alcachofas de bote o congeladas, claro está. Las primeras no os las recomiendo en absoluto porque casi todas saben a limón que matan. Y, ¿para qué gastarnos dinero en unas alcachofas si saben a limón? ¿Os comeríais unos limones que supieran a alcachofa? Seguro que no. Las congeladas la verdad es que no las he probado pero hace poco alguien me comentó que las compraba en Mercadona y que estaban buenas, será cuestión de probar. Como ya el otro día os explicaba cómo limpiar las alcachofas no lo voy a repetir. Si alguien todavía no lo tiene claro lo puede leer aquí.


INGREDIENTES

2 docenas de alcachofas frescas, 1 cucharada de mostaza de Dijón, 2 cucharadas de vinagre de vino blanco, 8 cucharadas de aceite de oliva virgen extra, sal, pimienta, un manojo de perejil fresco.

Yo utilicé mostaza Calvé porque es la que suelo tener en casa porque nos gusta mucho, eso ya va en gustos. Con tal de que sea de buena calidad, el resultado estará delicioso.


Para empezar con nuestra receta tenéis que limpiar bien las alcachofas. Una vez que las tenemos todas listas las vamos a cocer. Para ello ponemos nuestra olla al fuego con suficiente agua como para que quepa toda la verdura. Cuando empiece a hervir salamos el agua y añadimos las alcachofas cortadas por la mitad (a lo largo) de pocas en pocas para evitar que se interrumpa el hervor. Eso nos garantizará que queden luego bien "blanquitas". Ya veís en las fotos que no se ponen negras. Tapamos la olla y dejamos cocer durante 4 minutos desde el momento en el que suban las dos rayas. Si no tenéis una olla superrápida tendréis que aumentar el tiempo de cocción hasta conseguir que las alcachofas queden blanditas pero sin llegar a deshacerse. Una vez transcurridos los cuatro minutos abrimos la olla después de bajar la presión. Yo la abro seguidamente después de colocarla debajo del grifo para evitar que se cocinen en exceso. Con una espumadera las sacamos de la olla, las escurrimos y las colocamos en una fuente o plato de servir. Las bañamos con la vinagreta que habremos hecho emulsionando 3 ó 4 partes de aceite con una de vinagre  y otra de mostaza (dependiendo de si os gusta más o menos fuerte). Si las vamos a comer a continuación es mejor dejarlas reposar unos cinco minutos para que cojan bien el sabor de la salsa. Están igual de deliciosas si las comemos frías o simplemente tibias. Buen provecho.




Os recuerdo que está en marcha el sorteo de un robot de cocina junto con más premios. Si todavía no os habéis apuntado y queréis saber cómo participar, simplemente pinchad aquí.

Calabacines gratinados a la griega

Ya sabéis que me encanta la cocina mediterránea y esta receta griega no podía ser una excepción.  El único requisito para el éxito de este plato es que los ingredientes sean de buena calidad. Es importantísimo que los calabacines estén frescos y  firmes para evitar desagradables sorpresas en el sabor. Ya os hablé del responsable de su amargor aquí. Y qué os voy a decir del queso Feta, me encanta. Siempre tengo un paquetito en la nevera. Su sabor es muy característico por lo que resulta difícil sustituirlo por otro sin cambiar las cualidades de este plato pero seguro que también está rico si utilizamos parmesano, grana padano o incluso alguno de nuestros manchegos.


INGREDIENTES

4 calabacines de tamaño medio, 2 pechugas de pollo (sin piel), 1 cebolla morada, 4 puñados de nueces ya peladas, 75 grs. de queso Feta, 1 diente de ajo, 1 huevo, aceite de oliva virgen extra y sal


En primer lugar necesitamos cocer los calabacines. Podemos hacerlo en el microondas, en una cazuela grande con abundante agua y sal o bien en el horno. A mi particularmente como más me gustan es en el horno pero con cualquiera de los otros dos métodos se ahorra bastante tiempo y el resultado también está rico así que vosotros decidís. 

En el micro los podéis cocer fácilmente poniéndolos en una fuente que se pueda utilizar en este tipo de electrodomésticos. Ponéis algo de agua en el fondo (tres o cuatro cucharadas) y los tapáis bien con papel film procurando que queden herméticos. Los ponemos al máximo y los dejamos durante 5-7 minutos. El tiempo dependerá de la pontencia de nuestro microondas. Podemos pararlo cuando llevemos cinco minutos y tocar con la mano para ver si ya está casi hecho (se terminarán de hacer con el gratinado). Si todavía le falta algo lo dejamos un par de minutos más.

Si lo hacemos en el horno los salpimentamos, les ponemos un chorrito de aceite de oliva y los envolvemos en papel albal. Los dejamos a 180ºC unos 30 minutos, hasta que estén casi listos.

También podemos colocar una cazuela grande con agua y sal al fuego. En el momento en que empiece a hervir añadimos los calabacines y los dejamos cocer durante 5 minutos.


Mientras se van haciendo los calabacines vamos a trocear las pechugas. Si queréis podéis picarlas con alguna maquinita y si no hacéis pequeños cubitos con ayuda de un cuchillo. Cuando la tengamos lista fileteamos un diente de ajo y lo ponemos al fuego en una sartén con algo de aceite. Seguidamente añadimos la cebolla picada finita y a continuación las pechugas de pollo. Dejamos que se vayan haciendo a fuego medio durante 10 minutos. 

Para entonces ya tendremos listos nuestros calabacines. Con ayuda de un cuchillo y de una cucharita sacabocados les hacemos una incisión a lo largo para ir sacándoles la carne. La troceamos y se la añadimos a la sartén junto con las pechugas y la cebolla. Subimos un poquito el fuego y dejamos rehogar todo junto durante un par de minutos. Mientras tanto vamos troceando las nueces. Trasncurrido ese tiempo retiramos la sartén del fuego y añadimos los frutos secos bien picados, un huevo ligeramente batido y las dos terceras partes del queso Feta. Mezclamos todo bien y rellenamos con la farsa nuestros calabacines. Espolvoreamos con el queso que hemos reservado y metemos al horno para gratinar. Lo dejaremos a 180ºC durante unos 30 minutos. Si vemos que se nos empieza a quemar lo protegemos con papel albal y listo. La verdad es que el resultado está rico, rico. Animaros a probarlo.

Tortiera di patate e carciofi -lasaña de patata y alcachofas-

Siempre he pensado que esos cuadernos de cocina en los que nuestras abuelas apuntaban sus recetas son un auténtico tesoro. Muchos merecerían seguro ser editados. Están llenos de platos sencillos pero sabrosos, elaborados con ingredientes de temporada entre otras cuestiones porque en la mayoría de los casos era una cocina de subsistencia.  Se trataba de cocinar con lo que tenían más a mano. Ahí es donde entraba en juego el talento de cada uno para conseguir con algo de cariño e ingredientes bastante humildes un resultado sorprendente y vaya si lo conseguían. Apuesto a que algunos seríais capaces de vender vuestra alma al diablo por uno de esos cuadernos. Lo confieso, yo sí. ¿Os imagináis tener en vuestras manos los secretos de una auténtica mama italiana?   Pues eso es lo que sentí al ojear por vez primera My Calabria, un libro escrito por Rosetta Constantino. En la portada puede leerse: Cocina rústica familiar de una región desconocida del sur de Italia. Y eso es precisamente lo que nos vamos a encontrar.


Para los que no lo localicéis en el mapa os diré que Calabria es la península que conforma la punta de la bota italiana. Una remota porción de tierra con grandes contrastes en cualto al clima, tipo de cultivos o al paisaje: podemos encontrar majestuosos castillos y antiguas fortalezas en medio de parajes siempre verdes, frondosos bosques, cumbres nevadas que nos recuerdan a los paisajes suizos y miles de playas que conforman una costa virgen excepcional, la más larga de Italia, con vistas al Adriático y al Mar Tirreno. 

Calabria
 
Calabria

La economía de la Calabria rural se articula en torno a pequeñas granjas familiares. Rosetta creció en esta tierra montañosa, en una familia dedicada a la ganadería y a la elaboración de sus propios quesos.  Con tan sólo 14 años inmigraron a California (sí, habéis leído bien, vaya cambio). En su nuevo hogar recrearon una pequeña Calabria dentro de su propiedad manteniendo así las tradiciones familiares: siguieron elaborando su propia pasta o el queso ricotta. Como buenos calabreses cultivaban sus propios pimientos que después secaban para poderlos utilizar también durante el invierno. Aprovechaban los higos frescos para hacer mermelada que podían disfrutar después durante todo el año. Conservaban el atún en aceite de oliva. ¿Os recuerda esto a algo?  Pues eso es precismente lo que encontramos en este libro, la cultura gastronómica más popular, la de las abuelas, la que aprovecha los recursos que le brinda la tierra. El libro es igual de sencillo que sus recetas pero es simplemente maravilloso, como estos paisajes.  

Costa calabresa del Mar Tirreno

Vibo Valentia

Parque Nacional de Sila

Para estrenarlo me decidí a preparar el plato que os traigo hoy, aprovechando que todavía podemos encontrar alcachofas en el mercado. Me hizo gracia descubrir que también es uno de los preferidos de la autora. Je,je,je, ¡qué ojo tengo! Claro que no me extraña porque es una combinación de sabores deliciosa. Es el tipo del cocina del que antes os hablaba: pocos ingredientes pero con un toque especial (en este caso una costra crujiente) que transforma en sorprendente algo que de otro modo resultaría corriente. Me encantan estos pequeños descubrimientos porque son todo un tesoro. Ya lo intuía cuando compré el libro precisamente por tratarse de una región más bien pobre y con pocos recursos, algo que como véis no significa tener que renunciar a disfrutar con la comida. Los calabreses preparan de este modo muchos vegetales como tomates, setas, champiñones, calabacines. Hay mil posibilidades. Dejad volar vuestra imaginación, es nuestro mejor aliado en la cocina.

INGREDIENTES

900 grs. de patatas peladas y cortadas bien finitas con ayuda de una mandolina (si no tenéis cortadlas a mano tan finas como os sea posible), un buen ramillete de perejil fresco (o en su defecto la piel de un par de tomates), dos docenas y media de alcachofas, aceite de oliva, sal, pimienta, 6 lonchas de pan bimbo o unos 150 grs. de pan fresco, 100 grs. de queso pecorino (lo podéis sustituir por un queso de oveja español, uno ahumado timpo Idiazábal iría perfecto y sino podéis utilizar parmesano o grana padano que es lo que utilicé yo),  6 cucharadas de perejil finamente picado (si no tenéis fresco utilizad de que viene en frasquitos de cristal), 5 dientes de ajo grandes.


En primer lugar vamos a pelar las patatas y las trocearemos finitas con ayuda de una mandolina. Si no tenemos, lo haremos a mano procurando que las rodajas nos queden tan delgadas como sea posible (unos tres milímetros de grosor). En esta ocasión no utilicé la mandolina y como las corté sin mucho miramiento quedaron demasiado gorditas aunque de sabor impresionantes. Así que os recomiendo tomaros vuestro tiempo para cortarlas bien finas si no utilizáis ningún artilugio. A continuación  las ponemos en un bol con agua templada, la suficiente para cubrir por completo todas las patatas. Reservamos.

A continuación vamos a limpiar las alcachofas. Antes de empezar debemos preparar un bol grande con agua en el que podamos ir echando las que estén ya limpias. A mi no me gusta utilizar limón para evitar que se oxiden porque se come todo el sabor de la alcachofa así que utilizo siempre un buen manojo de perefil fresco o la piel de un par de tomates. Cualquiera de los dos remedios es infalible para impedir que se nos oxiden sin renunciar al sabor de esta verdura que es la reina de la huerta. Para evitar que las manos se nos pongan negras es mejor limpiarlas utilizando unos guantes. Con ayuda de un cuchillo vamos retirando las hojas exteriores hasta llegar al corazón. Nos daremos cuenta porque las hojas cambian de color y pasan del verde al amarillo. Una vez que hemos retirado las hojas partimos también el rabito. En esta ocasión no los vamos a utilizar pero si los pelamos están igual de ricos. Incluso en tortilla son un manjar. Bueno ahora que ya hemos retirado las hojas exteriores cortamos la alcachofa en horizontal y retiramos la parte superior que es más dura. El corazón lo partimos en dos ahora en vertical. Para esta preparación vamos a cortar cada corazón en cuatro trozos así que repetimos la operación e inmediatamente metemos en el bol donde tenemos el agua fría con perejil fresco. Es importante colocar una tapa o algo en nuestro bol para que todas las alcachofas se mantengan sumergidas mientras las vamos limpiando porque sino la parte que estuviera en contacto con el aire se oxidaría. Cuando estén ya todas limpias en una cazuela grande ponemos algo de aceite de oliva y un diente de ajo con piel. Encendemos el fuego y una vez que el aceite coja temperatura añadimos las alcachofas. Probablemente tengamos que hacerlo en dos tandas. Una vez las alcachofas en la cazuela ñadimos un chorrito de agua y algo de sal y dejamos a fuego medio-fuerte durante 12 minutos. Si se nos evapora todo el agua durante la cocción volvemos a añadir más. Al final nos tiene que quedar sólo el aceite.


Ahora vamos a preparar la mezcla de pan rallado con la que espolvorear las verduras para darles ese toque delicioso del que os he hablado. ¿Habéis probado alguna vez un mismo plato en dos sitios distintos y en uno de ellos tiene algo especial que nos hace pensar que está ummmm.....? Pues a eso me refiero. Para hacer la mezcla ponemos en nuestro robot de cocina (o en la batidora) el pan bimbo, el queso rallado, el perejil y los 4 dientes de ajo y trituramos bien. No importa si se quedan algunos trozos de pan más "grandecitos" así estarán más crujientes.

Ahora vamos a montar el plato para llevarlo al horno donde tiene que terminar de hacerse. Cogemos el bol donde habíamos colocado las patatas y sacamos unas cuantas con la mano sin molestarnos en escurrirlas ni en secarlas bien. Ese agua que nos llevamos es la que va a generar algo de vapor en el horno facilitando así una mejor cocción. Como las hemos cortado bien finitas hacemos una cama, solapándolas cuando sea necesario. El fondo debe quedar bien cubierto. Salpimentamos y regamos con un chorrito de aceite de oliva. A continuación reparitmos uniformemente sobre las patatas la cuarta parte de nuestra mezcla de pan rallado. Hacemos encima otra capa con la mitad de las alcachofas y otra vez espolvoreamos con la mezcla de pan rallado y añadimos un chorrito de aceite de oliva. Repetimos la operación con otra capa de patata, otra más de alcachofas y terminamos con una capa de patatas.  Todavía nos debe sobrar 1/4 parte de la mezcla de pan rallado. La reservamos. Cubrimos la fuente con papel albal y llevamos al horno a 180ºC durante 30 minutos.

Es importante utilizar una fuente que sea bien profunda porque sino no podremos hacer tantas capas. El plato podemos hacerlo justo antes de comer o cocinarlo a primera hora de la mañana y luego antes de servir darle un último golpe de calor. En este caso una vez transcurridos los 30 minutos apagamos el horno y lo dejamos reposar dentro hasta media hora antes de comer. En ese momento encendemos nuevamente el horno, retiramos el papel albal y ponemos el gratinador para que la capa superior de patatas coja algo de color. Una vez transcurridos 15 minutos espolvoreamos con la mezcla de pan rallado que habíamos reservado y dejamos hasta que ésta coja color. En ese momento sacamos del horno, dejamos reposar 5 minutos y ya está listo para hincarle el diente. Que lo disfrutéis, está delicioso y no es tan laborioso como parece. Sólo hay que ponerse.

P.D. Gracias a todos los que os habéis animando a participar en el concurso, os deseo mucha suerte y buen fin de semana.

Sorteo 300 seguidores

Como soy tan despistada hace poco me di cuenta de que ni siquiera había celebrado el primer aniversario del blog. Si os soy sincera sin mirarlo no tengo ni idea de cuando fue.  Pero echando la vista atrás me di cuenta de que,  sin haber publicado de manera constante, casi había llegado a las 30.000 visitas. Y claro, sin vosotros, eso no habría sido posible así que os lo quería agradecer. Hubiera esperado a alcanzar la cifra redonda pero enseguida se nos echa encima el verano y sé que algunos os vais de vacaciones ya en junio y me gustaría que todos los que vistáis esta cocina pudiérais participar, así que con la excusa de haber alcanzado los trescientos seguidores adelantamos el sorteo. 

Pero antes de nada quería daros las gracias a todos los que visitáis mi cocina: a los que pasáis por aquí de vez en cuando, a los que lo hacéis con más frecuencia, a los que me seguís en silencio, a los que habéis soportado los delirios de mi fiebre Tessa Kironil (y las que vendrán) y muy especialmente a todos los que me regaláis un ratito de vuestro tiempo cada vez que os tomáis la molestia de dejar un comentario. De verdad, un millón de gracias a todos. Gracias por el cariño con el que me habéis recibido y tratado siempre, me siento entre amigos. Es como si entre todos formáramos una gran familia. Quién me lo iba a decir a mi cuando publiqué mi primera entrada. Es casi mágico. A veces pienso en  nuestras abuelas y en las libretas donde apuntaban todas sus recetas. ¿Os imagináis cómo hubieran disfrutado con Internet?

Volviendo a lo que nos ocuapa, la verdad es que llevo unos días dándole vueltas al asunto, buscando algo  que realmente os pudiera gustar. Y como (al menos aquí en España) el buen tiempo lo tenemos ya a la vuelta de la esquina, con los calores parece que apetecen más las ensaladas. Y claro, hay mil posibilidades. Pero para las que no tenemos Thermomix eso de trocear los vegetales pequeñitos, uf no veas qué pereza, así que este artilugio de Moulinex que sirve para rallar, picar más o menos fino o lonchear en cuestión de segundos es el aliado perfecto para nuestras ensaladas, ahora puede ser de uno de vosotros. Entenderéis que este premio no se pueda enviar fuera de España.




Pero como no quería olvidarme de todos los que me visitáis desde cualquier otro rincón del mundo y tampoco quería que los que ya tenéis el rallador os quedárais sin participar, hay otro premio más en cuyo sorteo podrá tomar parte cualquiera con independencia del lugar en el que se encuentre. Lo llamaremos el premio sorpresa. Sólo os puedo decir que será un maravilloso libro de cocina y algo más que de momento no os voy a desvelar. 

Para participar en el sorteo tendréis que optar por una de las dos categorías: el robot Moulinex o el regalo sorpresa, ya que no se puede participar en los dos sorteos simultáneamente. A continuación os dejo las bases.

¿Quiénes pueden participar?

Todos aquellos que sean seguidores del blog. Si todavía no lo sois podéis haceros seguidores en el momento.  A estos efectos, tendrán la misma consideración todos aquellos que estén suscritos a las actualizaciones del blog a través del correo electrónico.

Si tenéis un blog de cocina además deberéis tener visible durante el tiempo que dure el concurso el logotipo del mismo enlazado a esta entrada. Para quien no lo conozca debéis añadir también una pequeña mención en cualquiera de vuestros post. Si queréis, para mayor comodidad, podéis copiar este texto: Para celebrar los 300 seguidores el blog Uvas y Queso saben a Beso sortea un robot multifución de Moulinex y un regalo sorpresa que consistirá en un libro de cocina y algo más. Para participar sólo es necesario ser seguidor del blog.




¿Qué tenéis que hacer para participar?

Es muy sencillo. Sólo tenéis que dejar un comentario en esta entrada antes del día 16 de junio de 2011 diciéndome cuál o cuales de las recetas del blog os han gustado más. Si hay algo que echáis en falta, algo que os gustaría que estuviera en el blog también me lo podéis comentar. Me encantará conocer vuestras opiniones y sugerencias. Y no os olvidéis de especificar en cual de las dos modalidades queréis participar: el robot multifunción o el regalo sorpresa. Se admitirán todos los comentarios siempre que se hayan producido antes de las 00:00 horas de la noche que va del día 15 al 16 de junio de 2011.

Una vez agotado plazo de participación publicaré una lista para cada sorteo en la que aparecerá el nombre y página web (si la tuviera) de todos los concursantes que cumplan con todos los requisitos exigidos, junto con el número que se le ha asignado para participar en el mismo. Es importante que me facilitéis una dirección de correo electrónico donde poder localizaros en caso de resultar ganadores (podéis obviarlo los que estáis ya muy fichados je,je,je). Si preferís podéis hacérmelo llegar a través del mail indicando en el asunto: Concurso 300 seguidores.

Si una vez notificado el premio en la dirección de correo electrónico facilitada por el ganador transcurriera un plazo de quince días sin que éste se pusiera en contacto conmigo para comunicarme la dirección de entrega, se entenderá decaído en su derecho a recibir el premio correspondiente quedándose éste desierto.

El sorteo se llevará a cabo mediante papeles numerados. Intentaré grabarlo para garantizar la total transparencia e imparcialidad del mismo.

Sólo me queda desearos mucha suerte a todos, espero que os gusten los regalos. Y sin más deciros que a partir de ahora ya podéis participar.

Creo que no me olvido de nada pero si algo no os queda claro sobre la mecánica del concurso no dudéis en preguntarme.

P.D. Animaros a participar los que normalmente os pasáis por aquí sólo a leer las recetas. Vosotros también sois parte de esta familia. Me encantará conocer vuestra opinión y saber cuales son las que más os han gustado. Prometo no obligaros a escribir en el blog nunca más, palabrita del niño Jesús pero por fa, que me hace mucha ilusión.  No vale escaquearse que sé que estáis ahí, os veo por las noches en el contador de visitas. Besos.

Tortilla de patatas guisada -deliciosa-

Ay madre, que blogger me ha triplicado el borrador de esta receta. A ver si hoy tampoco la voy a poder publicar. Muchos sabréis (lo habéis vivido en vuestras propias carnes) que la semana pasada blogger se volvió loco. A mi me desapareció esta receta, bastantes comentarios, algunos seguidores. En fin, un desastre. Llevo intentando publicarla desde el miércoles. Primero se me borró y luego durante varios días no me dejaba acceder para poder editar y enviar. Así que crucemos los dedos para ver si por fin hoy puede ser....

La tortilla de patata es sin duda alguna la receta estrella de la cocina española. No hay un hogar en el que no se prepare con cierta frencuencia ni una receta que, con tan pocos ingredientes tan sumamente humildes, nos proporcione mayor satisfacción. Como la mayoría sabéis hacerla hoy os propongo otra alternativa, una vuelta de tuerca más, la tortilla guisada. Pero no quiero olvidarme de que precisamente por ser algo tan común en nuestras cocinas siempre damos por sentado que todo el mundo sabe cómo hacerla y no siempre es así.


Cuando estaba en el primer año de carrera al finalizar los exámenes de junio me fui a la playa con unas amigas. Alquilamos un apartamento y nos tiramos descansando una semanita: sol, playa, piscina y más sol. El único esfuerzo que teníamos que hacer consistía en preparar la comida. Por aquel entonces todavía no sabía cocinar así que a parte de salchichas y la socorrida pasta con tomate de bote (por supuesto hervir y servir) nuestras cuatro cabecitas pensaron en algo rápido, fácil y rico y entonces se nos ocurrió hacer una tortilla de patata. Alguien preguntó ante el estupor de las demás, ¿sabéis exactamente cómo se hace?  Por favor, qué pregunta, era sólo una tortilla así que muy difícil no podía ser. A fin de cuentas todo el mundo sabía hacerla, ¿no? así que no hacía falta llamar a mamá, todo estaba controlado. Y dicho y hecho, nos pusimos manos a la obra de inmediato. Pelamos las patatas, batimos los huevos, lo mezclamos todo y a la sartén. Sí, habéis oído bien, ni se nos pasó por la cabeza que las patatas primero se tienen que freir así que bien cruditas fueron directas a la sartén por supuesto con el fuego fuertecito para que se hicieran bien. Sí, lo habéis adivinado, también se nos quemó la tortilla y para completar la ley de Murphy al ir a darle la vuelta se nos cayó la mitad en la encimera, salvo la costra chamuscadita que se quedó bien pegada al fondo. Aún así nos animamos a probar un pegote que se podía salvar pero ¡qué horror! la patata estaba ¿cruda?  Así que imaginaros dónde acabó todo: directamente en la basura. Por eso la primera parte de la receta de hoy se la quiero dedicar a todos aquellos que se enfrentan a su primera tortilla de patata. Para que no os pase como a mi. Veréis que si seguís mis consejos os va a quedar deliciosa.

Tangía de cordero

Hoy damos un salto y nos pasamos a la otra orilla del Mediterráneo. La verdad es que no conozco demasiado la gastronomía marroquí por eso tenía ganas de probar uno de sus guisos, hecho en casa. Y para una primera toma de contacto que mejor que algo sencillo y sin sabores excesivamente marcados como esta tangía de Jamie Olvier. Seguro que todos hemos oído hablar de los tajines pero sabéis ¿qué es una tangía? Es un guiso de cocción lenta típicamente marroquí. La misma palabra sirve también para designar el nombre del recipiente en el que cocina (como sucede con nuestra paella o con el mismo tajín). En realidad son ollas de barro como la que podéis ver aquí. Las tangías se cocinan durante varias horas entre las brasas. Para prepararlas lo único que hay que hacer es ir poniendo los ingredientes, en general muy sencillos, en capas, para que sea el fuego quien haga el resto del trabajo. Finalmente se cubre la boca de la tangía con papel grueso o papel albal (como podéis ver aquí) en el que se marca el nombre del propietario y se lleva a un horno comunal donde se cocina lentamente. La cocina del plato único es muy popular en Marruecos, en especial entre los solteros, aunque todo el mundo hace uso de estos hornos. La gente deja allí sus tangía (pucheros) de camino al trabajo, llenos de carne y verduras y el hornero se ocupa del fuego para que los guisos se hagan lentamente. Al final del día los sencillos pero sabrosos estofados  esperan impacientemente a que sus propietarios los recojan en el camino de vuelta a casa.  Pero no os precupéis si no tenéis una olla tangía porque se puede utilizar cualquier recipiente que pueda ir al horno empleando el mismo sistema. Yo usé una fuente honda de pirex que tiene su tapa de cristal. Aun así cubrí la parte superior primero con papel albal y puse la tapa encima. Si no tenéis tapa con el papel albal bien cerrado también sirve.


INGREDIENTES

Un puñado de aceitunas variadas con hueso, 2 limones picados en trocitos, aceite de oliva virgen, un buen pellizco de azafrán, 250 grs. de calabaza, 2 puerros limpios y en trozos, 350 grs. de patatas, 1 cabeza de ajos sin pelar (los dientes separados y simplemente aplastados con el cuchillo), 800 grs. de cordero (si puede ser cuello de cordero mejor) cortado en trozos de 10 cm, 2 cucharadas de mantequilla, sal, pimienta recién molida y 500 ml de agua. 

Si queréis acompañar este plato de cous-cous, como hice yo, necesitarés también 250 grs. de cous-cous, aceite, sal y una cucharada de mantequilla.

Yo utilicé aceitunas gordales. Respecto a los limones una apreciación: si tuviérais limones en conserva típicos de Marruecos (encurtidos en sal y zumo de limón) los podríais utilizar de hecho Jamie los pone en su receta aunque cuando él hizo este guiso en televisión utilizó limones frescos sin más, no hay ningún problema.  Si no os gusta el sabor del limón con las carnes podéis prescindir de ellos. En cuanto a las especias si os gusta podéis añadirle también algo de comino molido o incluso (mejor en mi opinión) podéis sustituir el azafrán por Ras el Hanout, una mezcla de especias muy popular en Marruecos que aquí en España se encuentra ya en cualquiera de nuestros hipermercados. Su nombre significa "lo mejor de la tienda" y es una mezcla que cada tendero elabora dándole su toque personal con alrededor de 30-40 especias diferentes entre las que no suelen faltar: comino, cardamomo, jengibre, cúrcuma, cilantro, pimienta, pimentón, clavos, nuez moscada, canela, chile. En Alcampo la econtráis seguro. Por cierto, en la receta original Jamie utiliza 2 zanahorias pero yo no tenía y lo sustituí por calabaza y el resultado me pareció increíble. Me encantó su sabor. Nunca la había probado como parte de un guiso pero al final estaba deliciosa.


Para empezar precalentamos el horno a 150ºC. Cogemos el recipiente en el que vayamos a cocinar nuestro plato y ponemos las aceitunas y los limones picados, un chorrito de aceite de oliva y el azafrán. Los cubrimos con las verduras troceadas más bien en porciones grandes (sino con la cocción tan prolongada se harían puré). Añadimos por encima los dientes de ajo y los trozos de cordero. Ponemos algo de mantequilla, un buen pellizco de sal y pimienta e incorporamos 500 ml de agua. 

Cerramos bien nuestro recipiente con papel de aluminio ajustándolo bien y colocando encima su tapa si la tenemos. Dejamos que se cocine lentamente durante tres horas y media en el horno o hasta que el cordero esté muy tierno y se separe del hueso. 

Cuando el guiso esté listo si lo vamos a acompañar de cous-cous lo elaboraremos siguiendo las instrucciones del fabricante. Aquí en España lo que se encuentra mayoritariamente es el cous-cous que venden precocido y que resulta muy fácil de hacer. Se hierve el agua con algo de aceite y sal. Se retira el recipiente del fuego y se añade el cous-cous. Se remueve y se deja reposar unos tres minutos. A continuación se añade algo de mantequilla y se remueve con un tenedor para que se suelten bien los granitos. Se vuelve a colocar sobre el fuego y se remueve regularmente con el tenedor durante 2 ó 3 minutos. Y ya lo tenemos listo para servir.

En el momento de emplatar colocamos un montoncito de cous-cous y sobre él las verduras y la carne de nuestro tangía. Podemos regarlo con la salsita que se nos habrá formado al cocer la carne, de ese modo resultará más gustoso. La salsa la ponemos en un recipiente a parte para que cada uno se sirva lo que quiera. Si nos hubiera sobrado mucha cantidad incluso la podemos utilizar para cocer en ella nuestro cous-cous así estaría mucho más sabroso. Veréis cómo os sorprende la jugosidad y la melosidad de la carne. Es lo que tienen las cocciones lentas a baja temperatura.

Por supuesto si no os gusta el cordero podeís utiilzar también diferentes piezas de caza o de pollo, el resultado será igual de satisfactorio.

Lentejas con tomate y parmesano -deliciosas-

Hoy quiero traeros una receta que si la probáis os va a sorprender, seguro. Cuando la descubrí en una de mis series favoritas "La Dolce Vita"  de  David Rocco  no podía imaginar ni por un momento que aquel plato tan sencillo, rápido y fácil de preparar podía resultar tan sumamente delicioso. Tanto que desde que lo descubrí hace más de dos meses lo he hecho ya unas cuantas veces y siempre nos ha encantado así que tenía ganas de hacerle por fin las fotos para compartir la receta con vosotros. Sin duda alguna es el ejemplo perfecto de cómo se puede disfrutar comiendo sin necesidad de complicarnos en la cocina. Por eso, con este plato, inauguro hoy un nuevo apartado en el índice de recetas: Cocina triple R (rápida, rica y realmente fácil). Perfecta para los que se inician en la cocina, para los que andan  escasos de tiempo o para los que simplemente quieren disfrutar al máximo con el mínimo esfuerzo.  Y quiero dedicarle este apartado a una persona a la que quiero mucho y que para mi es muy especial. Hace poco tiempo que se ha independizado y a veces me llama para pedirme alguna receta o preguntarme cómo hacer tal o cual plato. Oscar, espero que  a partir de ahora aquí encuentre esas recetas con las que disfrutar comiendo sin complicarse.  Un beso muy grande.


La verdad es que la versión original utilizaba lentejas como las que habitualmente se encuentran en nuestras cocinas pero yo tenía en la despensa un paquetito de lentejas naranjas al que no le había dado ninguna utilidad y decidí que por fin había llegado su momento. Las lentejas naranjas o de coral son uno de los alimentos básicos de Oriente Próximo, y su textura y sabor es más delicado que la variedad más consumida en nuestra dieta, la lenteja castellana. A simple vista se diferencian de éstas por el color  y su tamaño más pequeño, semejante al de la lenteja pardina.  Como todas las legumbres son una fuente excelente de hidratos de carbono complejos, proteínas vegetales, fibra, vitaminas y minerales. Entre los minerales encontramos  zinc, selenio, aunque destaca fundamentelmente el aporte de hierro, cuya absorción aumenta en el organismo si incluimos en las preparaciones alimentos ricos en vitamina C. Sin embargo las lentejas carecen de un aminoácido esencial (metionina). Por eso a veces se recomienda acompañarlas con cereales como el arroz, que complementan esa ausencia del aminoácido convirtiendo el plato elaborado en una fuente de proteínas similar a las proteínas de origen animal. Aunque si os soy sincera a mi las lentejas con arroz no me entusiasman demasiado . Volviendo a nuestras lentejas de coral no podemos olvidarnos de mencionar su principal ventaja con respecto a las demás y es que al no tener piel no necesitamos ponerlas a remojo previamente y su cocción es mucho más rápida. El estar desprovistas de la cáscara hace que produzcan menos gases por lo que son perfectas para las personas que tienen problemas digestivos. Pero, por supuesto, la receta se puede hacer exactamente igual con lentejas pardinas o incluso castellanas adaptando los tiempos de cocción. ¿Nos ponemos a ello?



INGREDIENTES

500 grs. de lenteja de coral, un buen manojo de perejil fresco, 4 dientes de ajo grandes, 2-3 pequeñas cayenas,  1'250 Kg. de tomate triturado (una lata grande y otra pequeña), 20 vultlas del molinillo de pimienta, 3 cucharadas de azúcar, aceite de oliva, sal, agua y 80-100 grs. de queso parmesano o grana padano.
 
Empezamos cogiendo un buen manojo de perejil fresco y lo picamos finito (no importa si cae algún trozo del tallo). Ya sé que muchos de vosotros no tenéis hierbas frescas en casa pero hoy en día el perejil en bolsitas se encuentra en cualquier supermercado. Y como la compra la tenemos que hacer todos pues es tan sencillo como que la próxima vez que vayáis al super os acordéis de comprar la correspondiente bolsita. Yo lo suelo comprar en Simply. La mejor manera de conservarlo una vez que llegamos a casa es sacarlo de bolsa y colocarlo con agua en un recipiente de cristal, como si fuera el ramo de rosas que nos regalaron por San Valentín, así se nos conservará entre siete y diez días (dependiendo de lo fresco que esté cuando lo compremos). Tampoco hace falta que tengáis un jarrón. Cualquier bote de cristal que tengamos por casa nos servirá siempre y cuando sea lo suficientemente alto como para que los tallos queden sumergidos  y las hojas fuera del agua. No me digáis que tampoco tenéis un bote vacío. Pues no, no os váis a escaquear: un vaso de cristal también sirve.  Pues ale, ya no hay excusa para empezar.  Pero si aún así seguís encontrando alguna, antes que quedaros sin probar la receta, qué le vamos a hacer, utilizáis  perejil seco y listo.

Pues manos a la obra. Para empezar ponemos un poco de aceite en la cazuela donde vayamos a guisar las lentejas. Los que tengáis perejil fresco picáis un buen puñado y los que no pasáis directamente al segundo paso: picar bien finitos los dientes de ajo. Si tenéis un triturador es más rápido y sencillo, ni siquiera hace falta pelar los ajos.  Para los que os iniciáis en la cocina debéis saber que es una "herramienta" muy útil pero si no la tenemos lo hacemos a mano y listo. Ahora ponemos el aceite a calentar e incorporamos el perejil fresco, las cayenas que desmenuzaremos con las manos y los ajos. Si no queremos que esté muy picante debemos quitarles las semillas (al menos una parte) porque pican a rabiar. Rehogamos durante unos segundos hasta que el ajo empiece a chisporrotear. Si vamos a utilizar perejil seco se lo ponemos justo ahora. Seguidamente añadimos el tomate triturado y 3 cucharadas de azúcar (para contrarrestar  su acidez). Removemos y nos olvidamos de la cazuela durante 15 minutos. La dejaremos a fuego bajo. En mi placa de inducción yo la pongo al 4. Pasado ese tiempo lavamos las lentejas y las incorporamos al tomate. Ahora tenemos que añadirles agua. Ya sé que hay mucha gente que le gusta ponerle caldo a todo pero hay cosas que están más ricas así. La cantidad de agua la vamos a medir aprovechando la lata de tomate grande que hemos utilizado. Si las lentejas os gustan más espesas, como a mi, añadís tres medidas de agua. Si por el contrario os gustan bien caldosas añadís cuatro. Y si soís de los que ni chicha ni limoná, pues tres y medio. Añadimos la sal y dejamos a fuego suave durante 13-14 minutos. Yo la última vez las hice a fuego más fuerte y luego se me deshicieron más, como véis en la foto. Si las probáis en este momento seguramente os parecerá que todavía les falta un poco pero terminarán de hacerse con el reposo así que las retiramos del fuego, añadimos un chorrito de aceite de oliva virgen extra y queso parmesano rallado. Ahora las tapamos y las dejamos reposar 15-20 minutos. El tiempo de reposo es imprescindible para conseguir el sabor deseado así que calculad bien antes de poneros a cocinar.

Desde luego esta es una forma sanísima de comer lentejas sin la pesadez de otras preparaciones más contundentes típicas del invierno.Y auque me he enrollado un poco, es un plato fácil, fácil. Sólo hay que poner los ajos, el perejil y la cayena. Luego añadimos el tomate. Después las lentejas, el caldo y listo. Sacar y ponerle parmesano.

Si utilizamos lenteja pardina es mejor ponerla en remojo la noche anterior para acortar los tiempos de cocción. Si las ponemos directamente tardan más en cocer (40-50 minutos) y también necesitarán más agua. Si vais a utilizar una olla a presión  super rápida, sin remojo con diez minutos también estárán listas pero entonces les tenemos que añadir algo menos de caldo porque en la olla no se produce tanta evaporación. Si es una olla a presión normal necesitarán entre 20 y 30 minutos.

Espero que os guste esta deliciosa manera de disfrutar de las lentejas. Para los niños si quereís las podéis pasar y dárselas como una crema o bien dejarlas 5 minutos más al fuego para que ellas mismas se deshagan. 

Que disfruteís del fin de semana. Os veo en vuestras cocinas.  

Calabacines gratinados con jamón

Hoy os traigo un plato de verdura muy rico con el que trataré de resolver un enigma que durante algún tiempo me ha traído por el camino de la amargura y veréis que nunca mejor dicho. Como es un plato sencillo, con ingredientes que seguramente todos tenemos en la nevera, sobra decir que lo más importante de esta receta es la calidad de la materia prima. Y ahí es precisamente donde empiezan los problemas. Porque ¿qué pasa si nos amarga el calabacín? ¿Os ha sucedido alguna vez? A mi sí que me ha pasado sin que hasta ahora hubiera podido encontrar una explicación que resultara medianamente convincente. Y después de mucho investigar por fin he conseguido dar con una respuesta que satisface mi curiosidad. Parece ser que la culpa la tiene el etileno. Pero, ¿qué es el etileno?

El etileno es un gas producido de forma natural por las frutas durante su proceso de maduración. En general, es el responsable de los cambios de color en la piel o cáscara de algunos frutos (p.ej. tomate, pimiento, plátano, cítricos), de su endulzamiento o de los cambios en el aroma. También produce el ablandamiento de los frutos y en algunos casos, como en el plátano, mejoras en su sabor. Por sus efectos fisiológicos sobre las plantas, el etileno es conocido también como la hormona de la maduración. Precisamente por eso comenzó a utilizarse en tratamientos artificiales que permiten anticipar la recolección de frutas y verduras, cuando todavía están "verdes" pero tienen el grado de desarrollo suficiente para permitir su maduración separados de la planta. De ese modo se posibilita su almacenamiento o transporte sin que se produzca sobremadurez o podredumbre. Luego, una vez en su destino, las frutas y verduras son introducidas en cámaras de maduración en donde, con las condiciones de humedad y temperatura necesarias, la aplicación de este gas probocará los mismos cambios que se habrían producido de forma natural si los frutos hubieran permanecido en la planta.

Ahora bien, ¿qué pasa cuando el etileno entra en contacto con frutas o verduras que ya están maduras? En este caso lo que sucede es que se acelera el deterioro de las mismas y por consiguiente se estropean antes. Pero además en el caso de algunas verduras como el calabacín o la berenjena, especialmente sensibles a este gas, la exposición al mismo les confiere un sabor amargo. Y como ya hemos dicho que el etileno lo segregan durante la maduración ciertos vegetales en mayor proporción, es importante no almacenar calabacines y berenjenas junto a las frutas que producen este gas durante su almacenamiento (plátanos, melocotones, melones, manzanas, peras, tomates) para evitar que adquieran un sabor amargo. Así que ya sabéis a partir de ahora a fijarse bien en el súper donde están los calabacines y cuidado luego cuando los guardemos en casa. Así podremos disfrutar del delicado sabor de esta verdura sin sorpresas desagradables.


INGREDIENTES

3 calabacines de tamaño medio-grande, 1 cebolla hermosa, 150 grs. de jamón serrano picado finito,  aceite de oliva virgen, una cucharada de mantequilla y queso emmental rallado.

La elaboración es muy sencilla. En una cazuela vamos a poner un chorrito de aceite de oliva virgen y una cucharadita de mantequilla. A continuación añadimos la cebolla y el ajo bien picados, salamos y dejamos rehogar durante 4 ó 5 minutos a fuego medio-alto.  Mientras tanto pelamos el calabacín y los cortamos a lo largo en forma de cruz (en cuatro) y luego vamos cortando horizontalmente haciendo trozos más o menos gruesos. Picamos también el jamón serrano (no hace falta que sea ibérico pero tampoco uno que no nos guste para comerlo a secas). Añadimos este último a la cazuela y removemos para que se rehogue y se mezcle bien con la cebolla. Seguidamente añadimos los trozos de calabacín y repetimos la operación. Salpimentamos y dejamos rehogar con la tapa puesta durante 30-35 minutos removiendo de vez en cuando con la cuchara sin importarnos si se van deshaciendo un poco los trozos. Al final nos tienen que quedar los trozos blanditos y algo rotos pero sin llegar a ser del todo un puré. Llegado ese momento ponemos la mezcla en una fuente de horno. Cubrimos con el queso rallado, repartimos por encima unas pequeñas nueces de mantequilla (optativo) y llevamos a 180ºC hasta que se gratine bien el queso. Si queréis podéis espolvorear un poco de perejil picado cuando lo saquemos antes de servir y listo. Os va a sorprender el resultado porque si los calabacines están buenos, es un plato muy, muy rico.

Risotto de fresas -delicioso-

Ya sé que últimamente utilizo mucho la palabra delicioso pero es que los grandes descubrimientos la merecen. No sabéis las ganas que tenía de probar esta receta, el tiempo que llevaba esperando ansiosamente: desde que compré los libros de mi adoradísima Tessa Kirós allá por el mes de noviembre. En cuanto la ví despertó  mi curiosidad así que marqué la página correspondiente a la espera de que llegara el tiempo de las fresas para poder disfrutarla. Y ¡por fin llegó el momento! La verdad es que estaba impaciente por probar el resultado, no deja de ser un plato de arroz con verduras y con fresas. Pero ¿os imagináis nuestra paella valenciana con unas fresitas? Pues a lo mejor es cuestión de probar porque desde luego este risotto está delicioso. En casa nos ha gustado a todos y no veaís lo difícil que es conseguir tanta unanimidad con unos paladares tan exquisitos.


Por otra parte, cada vez que publico una receta de Tessa Kirós muchos de vosotros me preguntáis cual de sus libros os recomiendo porque os gustan las recetas que he ido subiendo al blog. Y qué os voy a decir yo si casi es amor de madre lo que siento por estos libros. Los que no conocéis a Tessa podéis saber a qué me refiero aquí y los que me seguís habitualmente sabéis que fue un flechazo a primera vista. Me enamoré de ellos la primera vez que por casualidad se cruzaron en mi camino y desde entonces ese maravilloso idilio no ha dejado de sorprenderme. Aunque ya sabéis que suele decirse del amor, que es ciego. Así que no sé si soy muy objetiva en este asunto porque sí, estoy enganchada hasta las trancas y reconozco que no es lo mismo comprase uno de sus libros que tenerlos todos. Y claro, yo tengo los siete, cada uno con más de cuatrocientas páginas de recetas y fotografías maravillosa y estoy encantada. Por eso no quisiera que nadie se llevara una decepción con este asunto pues para gustos están los colores pero qué queréis que os diga para mi estos libros siguen teniendo magia. Sólo espero que para vosotros las recetas suyas que compartimos la tengan también.


INGREDIENTES

1 cacito de Caldo de pollo Knorr, 1'5 litros de agua, 60 grs. de mantequilla, la parte blanca de un puerro más bien estrechito, 1 diente de ajo medio/grande, 600 grs. de fresas, un buen chorro de Pedro Ximénez (unas 5 cucharadas), 4 cazos de arroz (500 grs.) y 4 puñados de queso parmesano o grana padano.

Como siempre, he cambiado algunas cosas respecto a la receta original. Tessa emplea chalota en vez puerro y ajo y brandy en lugar de Pedro Ximénez. Como siempre vosotros decidís pero a mi la verdad es que la combinación de puerro y fresas me ha encantado. Todo un descubrimiento.

Bueno, pues nos ponemos en faena. En primer lugar empezamos poniendo en la cazuela donde vayamos a hacer el risotto, un chorrito de aceite de oliva y una cucharada de mantequilla para pochar las verduritas. Debemos acostumbrarnos a que cuando utilicemos mantequilla para rehogar algo tenemos que añadirle también un chorrito de aceite de oliva virgen porque la mantequilla se quema muy fácilmente (a 90ºC) pero si incorporamos aceite de oliva virgen lo que conseguimos es subir esa temperatura porque el aceite puede alcanzar los 200ºC y por lo tanto no tenemos el problema de que se nos queme. Otra cosa importante para esta receta es que las verduras las piquemos en pequeños daditos, tan pequeños como nos sea posible. Queremos que den sabor pero que no se noten al morder.

Después de picar las verduras y limpiar y trocear las fresas ponemos a calentar el líquido en el que vayamos a cocer el arroz. Tessa nos propone utilizar caldo de pollo o de carne o bien directamente agua (aunque os pueda parecer un sacrilegio hay arroces que están muchísimo mejor así). Esta vez me decanté por emplear caldo de pollo pero casi a mitad de cocción lo probé y me parecía que el sabor del caldo le robaba demasiado protagonismo al resto de ingredientes así que a partir de ese momento añadí simplemente agua hasta el final. Para hacerlo en casa os he puesto como orientación que utilicéis un cacito de caldo de pollo Knorr por litro y medio de agua y sal. Si empleáis caldo de pollo casero haced como yo, probad a media cocción para ver qué os parece y decidís si le seguís añadiendo caldo o agua. 

Ahora que ya tenemos el caldo caliente y el aceite y la mantequilla en la cazuela añadimos las verduras y la mitad de nuestras fresas troceaditas, salpimentamos y rehogamos durante un par de minutos. A continuación incorporamos el  Pedro Ximénez y dejamos que se evapore el alcohol a fuego vivo. Es el momento de añadir el arroz. Lo rehogamos bien para que se empape de la materia grasa y de la reducción de nuestro PX y seguidamente comenzamos a incorporar el caldito cazo a cazo. Ya sabéis cómo se hace un risotto: tenemos que añadir el líquido poco a poco (a diferencia de lo que sucede con nuestra paella). Vertemos un cazito y cuando el arroz lo haya absorbido el  siguiente y todo ello sin dejar de remover con ayuda de una buena cuchara de madera. Al cabo de 17-18 minutos nuestro risotto estará casi listo. Tiene que quedar un poco caldoso porque lo vamos a retirar del fuego y a añadir algunos ingredientes que lo van a densificar. Si lo dejamos demasiado seco cuando lo vayamos a servir parecerá un engrudo, más que un cremoso risotto. Ya fuera del fuego añadimos la mantequilla restante (unos 30-40 grs.) y los 4 puñados de parmesano o grana padano. Removemos bien para que se integren con el arroz y finalmente incorporamos las fresas que nos habíamos reservado. En general los risottos hay que servirlos en el momento por eso de que sino quedan demasiado apelmazados. Pero en este caso resulta todavía más importante porque si esperamos demasiado las fresas que hemos añadido justo en el último momento se cocinarán en exceso y perderemos no sólo su bonito color sino también parte de su delicioso sabor. 

Espero que os guste este plato y que lo disfrutéis tanto como yo. Quién sabe, a lo mejor es otra forma de que los niños coman fruta. ¿A que nunca os lo hubiérais imaginado? Yo tampoco.

Por cierto, como os decía el otro día, a partir de ahora intentaré publicar en el blog algo prácticamente a diario (salvo los fines de semana y fiestas de guardar). Esta es la primera semana así que tened un poco de paciencia mientras trato de organizarme para llegar a todo.